La
mayoría de las veces, el iniciar un
proyecto empresarial requiere de procesos de información e investigación, pero
no sólo a su inicio, ya que para complementar e incluso hasta para mantener un
proyecto que ya funciona, es necesario utilizar investigaciones de mercado, ya
sea para mejorar el producto o servicios que estamos comercializando o para
innovar algo nuevo, y es que resulta necesario seguir planeando y
perfeccionando el proyecto… lo anterior en base a la constante permanente de
cambio que tiene el mercado.
Es
por ello, que la importancia de identificar en qué momento un producto o
servicio está en una etapa de declinación y ya no satisface la necesidad del
consumidor es fundamental, ya que de no anticiparse, existe el riesgo hasta de
quedarse con la mercancía; y es que entonces,
la información que arroja la investigación de mercado, permitirá
actualizar el plan de mercadotecnia del producto o servicio y así decidir las
estrategias de cambio y hasta posiblemente la renovación por completo del
objetivo del proyecto.
Pero,
¿qué es el mercado? ¿En dónde lo ubicamos o cómo lo ubicamos? Pues bien, el
mercado es el lugar donde se efectúan transacciones mercantiles, es decir,
donde se lleva a cabo la oferta y la demanda, estableciendo una relación de
intercambio entre las fuerzas económicas de los vendedores o prestadores de
servicios y los compradores o usuarios, teniendo repercusión local, nacional o
internacional.
Ahí,
en el mercado, encontramos una cantidad de productos o servicios que se ofrecen
en un tiempo y precio determinado, dando pie a la “oferta”, en donde cada uno
de los productos o servicios otorgan distintas posibilidades para satisfacer
necesidades de los consumidores.
También
en la oferta existen diversos tipos: tenemos la oferta competitiva o de libre
mercado en donde su participación en el mercado se va a determinar por la
calidad, el precio y el servicio que ofrecen al consumidor. Y por el contrario
cuando un solo producto o unos cuantos imponen calidad, precio y cantidad en el
mercado, entonces estamos frente a una oferta monopólica.
Así
mismo, para que haya una oferta, a la vez tiene que haber una necesidad o deseo
de adquirir una mercancía o servicio, es decir, una “demanda” de disponer de
dicha mercancía o servicio en un tiempo y plazo determinado.
Para
que la fabricación de un producto o prestación de un servicio sea viable en su
proceso de venta, se requiere de realizar un análisis de la demanda, de un
estudio dirigido a calcular, con la mayor precisión posible, las cantidades
reales y potenciales de consumo de un bien o servicio. Desde luego, se parte de
identificar grupos sociales, niveles de consumo, lugares o regiones geográficas
que pueden disponer de recursos para adquirir dicho producto; ya que a partir
del conocimiento de los consumidores y de ubicar el área de influencia, se
obtendrán y procesarán datos que permitan calcular la proyección del producto o
servicio; siendo necesario recurrir a información estadística poblacional como
el consumo del producto por persona, familia, la población por municipios y
localidades, grupos de edad, niveles de ingreso, actividades económicas, número
de familias, distribución de ingresos, empleo, subempleo y desocupación.
Ahora analicemos al protagonista principal de
una estrategia de mercado: el consumidor, de quien será necesario conocer las
circunstancias que lo rodean y las variables que influirán su comportamiento en
el mediano y largo plazo, los factores sociales y los psicológicos como el
estilo de vida, personalidad, aspiraciones, etc. La clave es pensar como el
consumidor y para lograrlo, ponerse, por así decirlo, en sus zapatos, pues
ellos son la razón de un proyecto empresarial; los consumidores son la clave
del éxito y deben estar convencidos de lo que están consumiendo. Es importante la posición de la empresa en el
mercado, pero sobre todo, lo que importa para la decisión de compra es el
posicionamiento que tiene un producto o servicio en la mente de los
consumidores y para eso, hay que conocerlos bien y hacerles su traje a la
medida, es decir, diseñar el producto a su gusto y posibilidades.